Renato Consuegra / *
CORRUPCIÓN, RIQUEZA Y PODER
Con la reforma laboral y el tema de la
transparencia, el Partido Acción Nacional y el Presidente Felipe Calderón han
puesto la mira en un grupo de enorme poder en la vida pública de México: los
sindicatos, agrupaciones intocadas por décadas que se han convertido en
cómplices de grupos de poder, arma política para chantajear, un pesado lastre
para la economía mexicana y la productividad del país.
Pero, ante todo, son
edificadores de oscuras y grandes fortunas de sus dirigentes a costa de los
intereses de aquellos a quienes deberían beneficiar: los trabajadores, pero
sobre todo, del resto de los ciudadanos cuando estas organizaciones “defienden”
a los trabajadores del Estado.
Partidos y dirigencias sindicales han
levantado la voz contra la reforma que sólo propone lo básico en una
democracia: transparencia en el manejo de los recursos de los trabajadores y en
la elección de los dirigentes. Parece algo normal en cualquier organización,
sobre todo de aquellas como los sindicatos, donde sus dirigentes se llenan la
boca para ofrecer democracia.
El origen del movimiento obrero en México se
estableció con el surgimiento de la Casa del Obrero Mundial, fundada el 22 de
septiembre de 1912 como una idea de los anarcosindicalistas españoles Juan
Francisco Moncaleano y Eloy Armenta. Luego vino en 1917 la formación de la
Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), las alianzas políticas cobraron
fuerza durante la gestión de Morones como secretario de la CROM, que bajo la
dirigencia de Luis N. Morones se alejó de las ideas iniciáticas del
sindicalismo al utilizarlo para alianzas con el Estado.
Con este dirigente el sindicalismo perdió su
carácter social y de beneficio gremial al ser utilizado como mediador, es
decir, controlador de la clase trabajadora, a cambio de apoyo y beneficios
particulares para sus dirigentes y círculo cercano, como fueron puestos
gubernamentales y, posteriormente, al crearse el sistema de partidos, candidaturas
a puestos legislativos.
Los partidos de izquierda se oponen a la
reforma laboral. Podrían tener razón en ciertos puntos de la propuesta
calderonista. Pero, ¿estarían dispuestos a meter las manos al fuego por los
actuales líderes sindicales, dirigentes que, incluso, mediante el corrupto
control de los trabajadores les han impedido alcanzar la Presidencia de la
República?
Elba Esther Gordillo se autoproclamó
presidencia vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE), el mismo que desde 1989 ha recibido cerca de 100 mil millones de pesos
de la SEP, por concepto de "cuotas sindicales", recursos cuyo manejo
y destino final se desconoce. Lo que si se conoce son las más de 61 posesiones
de bienes inmuebles como son departamentos, condominios y casas en Polanco y
Lomas de Chapultepec, así como oficinas para ella, sus hijas y el resto de su
familia a la que se agregan los nietos. Algunas de las propiedades en los
Estados Unidos y Europa.
Carlos Romero Deschamps, cuyos hijos son la
imagen del derroche y el lujo: el varón, poseedor entre otros bienes de un
Ferrari; la mujer, notoria viajera en aviones propiedad del dirigente de los
trabajadores al servicio de Petróleos Mexicanos, que se da el exceso de
manifestar la opulencia en que vive, llevando a todos lados a sus mascotas en
viajes de compras por México, Europa, Estados Unidos y Sudamérica.
Romero Deschamps, quien oficialmente tiene un
salario de alrededor de 24 mil pesos mensuales como motorista, tiene pequeños
lujos como comprar relojes Rolex.
Napoleón Gómez Urrutia, dirigente del
Sindicato Minero, es otro caso. Nunca fue minero. Heredó el cargo de su padre,
Napoleón Gómez Sada. Es acusado de desaparecer una cantidad menor a los
anteriores de las arcas del Sindicato: 55 millones de pesos. Sin embargo, como
los otros, nunca ha rendido cuentas a sus agremiados.
Martín Esparza, dirigente de los trabajadores
del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) es otro monumento a la
corrupción, cuya fortuna es incuantificable como las de los otros dirigentes,
quien acumuló en pocos años de liderazgo bienes como edificios, escuelas,
centros vacacionales y de recreación, gimnasios, áreas deportivas y una duela
de bambú de 103 millones de pesos y un rancho, además de casas y departamentos.
¿Son estos líderes a los que quiere proteger
la llamada izquierda? ¿La sociedad mexicana debe proteger a los dirigentes de
estas entidades de corrupción, fuerza y poder? México debe cambiar y para
hacerlo, debe comenzar a sacudirse el lastre y algunos de estos sindicatos lo
son.
E-mail: renatoconsuegra@yahoo.com.mx Twitter: @renatoconsuegra Facebook: renatoconsuegra
(*) Renato Consuegra es periodista, Premio
Latinoamericano de Periodismo José Martí y director de Difunet y Campus México.
Esta columna es publicada en el sitio http://www.ricardoaleman.com.mx/index.php/plumas-invitadas/renato-consuegra
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